domingo, 13 de octubre de 2013

Cuatro hallazgos, dos teorías y unos auriculares rotos

Llevo una temporada bastante curiosa en lo que a música se refiere. Paso con facilidad inusitada de un grupo a otro como quien se aprieta una cerveza tras el café con tostadas del desayuno. Supongo que hay gente que se presta con normalidad a tanto cambio, y más desde que Apple introdujo los conceptos de playlist, y reproducción aleatoria en la vida del ciudadano de a pie, pero yo, que soy un clásico, siempre he sido bastante fiel a mis épocas de concentración con los grupos. Al menos hasta hace poco. Ahora en el mismo viaje de metro me escucho a los Kinks, a Extremoduro y a Loquillo. Tengo amontonados en mi mesa lo mismo a Tom Waits y a Sabina que a Thin Lizzy, Arctic Monkeys o a Camarón. Probablemente tenga demasiado tiempo libre.

El caso es que esta dispersión de las últimas semanas me ha permitido hacer nuevos hallazgos, reafirmar/refutar teorías y abusar de mis auriculares muy por encima de sus posibilidades. Y yo, que soy muy de clasificarlo y compilarlo todo como Rob en Alta Fidelidad, lo dejo por escrito.



- Los hallazgos.

El primero ha sido AM, último disco de Arctic Monkeys. Estos tíos, que con veinticuatro años y el acné recién borrado ya han sacado cinco discos, ya han abarcado con AM todos los estilos posibles dentro del rock, tachando esta vez de la lista el glam, la balada, el medio tiempo y el blues rock. Su nuevo aire recuerda a Black Keys, dato muy favorable. Este primer hallazgo me lleva directamente al segundo: Suck it and see ("Chúpalo y verás", para los no angloparlantes), también de los monos árticos. No sé por qué se me había despistado siempre de mis escuchas del grupo, pero es para mi gusto el mejor de los cinco discos. Más alternativo, coloreado y alegre que los demás, y con temas [inserte calificativo típico de periodista deportivo, en masculino y plural] como este:


Seguimos. Me han presentado esta semana a estos señores que se hacen llamar The Lumineers.


Tocan guitarras acústicas, cellos y mandolinas, llevan unos sombreritos bastante ridículos, uno de sus componentes es una chica (singularidad histórica en este blog) y parecen puritanos ingleses recién desembarcados del Mayflower en el Nuevo Mundo, pero son buenos, los cabrones. Están entre el folk épico (¿?) de Mumford and Sons y el country de autor de Townes Van Zandt o Emmylou Harris, sin las pretensiones mitológicas de los primeros ni la sensibilidad alcohólica de los segundos. Sin exagerar, puede que haya escuchado su disco homónimo setenta veces esta semana, cosas que nos permitimos hacer los que pasamos diez horas semanales en el metro de Madrid. En este vídeo salen los chavales tocando Dead Sea, una de mis favoritas, en el patio de su casa.


Para ir terminando esta humilde sección, un breve repaso a los dos discos de rock español de nueva hornada que he escuchado últimamente, aunque solo el primero merece ser catalogado como hallazgo y como rock español. Al otro le reservo una cruel teoría algo más abajo. El bueno es el de Calamaro, Bohemio, que sin estar al nivel de Alta Fidelidad-Honestidad Brutal, porque repetir eso es imposible, tiene muy buenas canciones. Belgrano, Cuando no estás y Nacidos para correr me parecen de lo mejor de Calamaro en diez años, y una frase de Rehenes ("Un hombre es un campo de batalla") no se me va de la cabeza ni con diez copas.


El otro disco es el de Iván Ferreiro, del que lo que más me gusta es el nombre: Val Miñor - Madrid, Historia y Cronología del Mundo. Un par de canciones no me disgustaron, aunque solo recuerdo una llamada El dormilón. El resto me vino muy bien para echar una agradable siesta.

Bonus track: De lirios y de éxtasis - Carmen Boza. Una versión de esta canción ha supuesto la primera incursión de mi grupo en el rock pornográfico (por la letra, no piensen mal), si es que existe el género. Su voz, la canción y la propia Boza, que está de muy buen ver, calientan a cualquiera.


- Las teorías.

De hecho, más que teorías, son simples reflexiones más o menos punzantes contra algunos músicos por dar la brasa, pero como en este blog somos muy liberales con los títulos y los rótulos, dejémoslo en teorías.
Han hecho falta unos Lumineers para que me cuestione si Mumford and Sons realmente molan. Los paralelismos son inevitables, por razones tanto éticas como estéticas, pero las canciones sin pretensiones de los primeros resultan mucho más veraces que las composiciones bíblicas de los segundos. La sencillez es una virtud, y el problema de Mumford es que quieren convertir cada canción en una mezcla entre cantar de gesta e himno nacional. Y tanto banjo acelerado acaba cansando a los oídos desentrenados de este lado del Mississippi.
Matizo: Mumford me gustan, tienen muchas canciones muy buenas, pero tampoco conviene abusar de ellos, a riesgo de convertirse en un moderno con tirantes, camisa de cuadros y pantalones por dentro de las botas. Para los no iniciados en el grupo británico son muy recomendables Winter winds, The cave, Holland road o Hopeless wanderer. Toda esta historia de amor-odio con Mumford and Sons viene de la experiencia traumática de su concierto en Vistalegre, probablemente el peor recinto de conciertos del mundo. Nunca vi una organización tan lamentable (1000 personas en la pista, con aforo para 4000, y overbooking en las gradas) ni tanta indolencia ante los problemas de sonido, y eso que una vez vi cómo a los Who se les iban los plomos del Palacio de los Deportes a mitad de Who are you y seguían tocando sin darse cuenta. En fin, para responder a la cuestión inicial, Mumford and Sons molan. Sin pasarse, pero molan.


La siguiente teoría se titula "si haces una canción con un solo acorde, esta tiene un 99 % de posibilidades de ser una mierda", y sigue una distribución normal de cuya aplicación quedan excluidos Bo Diddley, Whole lotta love y God's gonna cut you down. Estoy hablando de Iván Ferreiro. Pensándolo bien, la teoría se podría llamar "cómo pasar de tener un grupo molón en los 90 a ser un músico en solitario medio decente y acabar convertido en una mojigata caricatura de ti mismo". Los Piratas, que para mi hermano son "el grupo vigués segundón", eran originales, virtuosos y algo macarras; muy buenos, en definitiva. Prueba de ello son Mi matadero clandestino, Promesas que no valen nada, El equilibrio es imposible o la mejor versión de un grupo español que yo he oído de My Way.


El primer Iván Ferreiro post-Piratas, tras una cura de valium y una tarde loca en que se llevó todas las camisas de cuadros del Springfield, sacó un buen disco con una buena banda llamado Canciones para el tiempo y la distancia, con hueco para alguna maravilla como Turnedo o Ciudadano A, y le regaló a Quique González una gran colaboración en Vidas Cruzadas. Al margen de estas excepciones, y hasta hoy, el último Iván Ferreiro se ha dedicado a meter en sus discos referencias al ciberespacio y al Sistema Solar, germanismos y demás flirteos con el gafapasteo más alucinógeno, con algún momento de lucidez como cuando llamó a un disco Confesiones de un artista de mierda. Esta deriva nos lleva al ya citado Val Miñor - Madrid, Historia y Cronología del Mundo, una psicofonía plana de una hora de duración, muy recomendable para sustituir a los documentales de la 2. Para concluir, Iván Ferreiro moló, en pretérito perfecto. El futuro en sus manos.


En fin, después de haberme despachado desproporcionadamente con el pobre Ferreiro (en el fondo le apreciamos, como ya escribimos un día por aquí) solo me queda pedir que alguien me recomiende unos buenos auriculares nuevos para mis viajes en metro, que como pueden ver dan para mucho. Cuando los consiga, este post quedará justificado.

__________________________________________
Un hombre es un campo de batalla,
si no se calla es una revolución de claveles.
Vayamos pintados con sangre de los dos,
siempre, siempre.
Entonces era la libertad,
a veces mataría por cinco minutos más.
Entonces era la libertad,
ahora me toca huir a mí, nene.

No hay comentarios:

Publicar un comentario