viernes, 9 de mayo de 2014

La vieja escuela


Este mes de mayo tiene aroma de vieja escuela. Los astros se han alineado, la luna está en cuarto creciente y los acontecimientos que se presentan están trufados de clasicismo, de una nostalgia antigua y mística. Estos días viajamos en DeLorean a la niñez. Estoy hablando, cómo no, del Real Madrid y del rock, que son esencialmente la misma cosa, aunque a veces se difumine esta idea bajo tatuajes en el antebrazo o anuncios de champú anticaspa.

Vamos por partes. Los primeros recuerdos que tengo del Real Madrid, que se confunden con los primeros recuerdos que tengo de la vida, son imágenes de una portería cayendo en el Fondo Sur, cuando todavía en los estadios había vallas y el Bernabéu tenía ese aire de ring de boxeo, con Davor Suker encaramado a la alambrada como si fuera Jake LaMotta intentando saltar a Melilla. Imágenes de Redondo, de Ámsterdam, de Zidane en la trinchera enemiga. Todo eso quedó atrás, y tras la volea de Glasgow vinieron años de hambre y frío, pero sucede que el tiempo pasa y que el Madrid vuelve a su territorio natural, la final europea.  Just when I thought I was out they pulled me back in. Los madridistas vamos a Lisboa a por la Copa como Ulises volvía a Ítaca a por Penélope, dispuestos a matar pretendientes sin piedad. Lisboa, la ciudad de la melancolía: Ancelotti sentado en A Brasileira junto a Pessoa, Modric cruzándose con el reportero Pereira y Monteiro Rossi en Terreiro do Paço, frente al Tajo. La Décima debe ser nuestra por justicia poética. Los del Atlético que se queden con la Liga, con sus victorias en Vallecas, en Cornellá o en el Coliseum Alfonso Pérez, eso es lo que le pega a Gabi, Juanfran o el Cholo. 


Y luego está el baloncesto. Lo del año pasado, con Spanoulis ganando él solo una final, fue un entrenamiento magnífico para esta Final Four. Aunque no llegamos en nuestro mejor momento en Milán hay que salir a arrasar. En caso de duda dádsela al Chacho, y en caso de que a falta de 2 segundos vayamos perdiendo dádsela a Llul. Ellos sabrán qué hacer. Estas últimas tardes con Mirotic están impregnadas de la tristeza del joven de un pueblo de Connecticut al que en cualquier momento van a llamar al frente a combatir. Nosotros nos quedaremos en Madrid, corriendo hacia el portal pensando que va a volver, aunque realmente sea el cartero o un oficial de la Armada con un crespón, una cadena y una bandera doblada. Este Real Madrid fue construido para ganar la  Euroliga, veinte años después (quién dijo que veinte años no es nada), y si no lo consigue por lo civil debe hacerlo por lo criminal. La Novena debe ser nuestra por justicia histórica. Es hora de revivir la memoria de jóvenes airados.

Mayo ha traído también una sucesión de conciertos de sabor añejo que resucita a cualquier caído de la Movida. Nada menos que:
- Loquillo, mañana en la Riviera. Viene en el momento perfecto de la gira, después de haber grabado un concierto mítico en Granada. Y es Loquillo, es imposible, verle al 95 %, lo da todo hasta en las fiestas de los barrios, como en ese antológico concierto gratuito en La Elipa rodeado de puestos de buñuelos y algodón de azúcar. Y la otra vez que le vi en La Riviera la guardo en el top 3 de conciertos a los que he ido.
- Burning, miércoles 14 en las fiestas de San Isidro. Puede que solo quede uno de sus miembros originales, y puede que este, Johnny Cifuentes, sea un ególatra bastante repulsivo que anda peleado con la mitad del  rock español, pero son Burning, fueron grandes y a su recuerdo nos encomendamos para vivir una noche de camisetas negras, minis de calimocho, chupas de cuero y humo de canuto.
- Siniestro Total, viernes 23 en Penélope. No sé si en este punto el lector se hace suficiente cargo del carácter planetario de la sucesión de acontecimientos, que parece esto 1984. Pues sí, los Siniestro, una semana después de Loquillo y Burning y el día antes de la final de la Champions.
Si Dios quiere volveré en unos días por aquí a dar cuenta de la borrachera de nostalgia y panmadridismo que nos vamos a pegar con los hijos de la vieja escuela. Hasta entonces, salud y rock.


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Madrid, solo hay un secreto que me lleva hasta aquí,
que ha muerto el silencio en las calles de Madrid.
Alma de Ceesepe late muy dentro de ti.
Piérdeme, la muerte será dulce aquí en Madrid.

Cuando los gamberros tienen acceso al poder,
y cuando los dandis muestran su desfachatez,
cuando sus mujeres se han negado a crecer,
cuando la locura ha vencido a la vejez.

Madrid, llévame en tu coche a algún vicio por ahí.
Búscame en las ondas alguien que hable para mí.
Dile a Pepe Risi que ya puede sonreír,
él mató al silencio en las calles de Madrid,