viernes, 24 de junio de 2011

Desbandado

El que escribe estas líneas cogió el blog hace unos meses con una energía excesiva que no tardó mucho tiempo en verse prácticamente reducida a ceniza. Pero siempre se puede comprar un billete de vuelta... y volver. Tras un par de meses desbandado, con la cabeza en otros sitios (y sin garantía de continuidad al menos hasta dentro de unas semanas, cuando académicamente sea verano de manera oficial) me he visto con nuevas cosas que contar, o mejor dicho que poner por escrito. Aunque los exámenes ocupan casi todo el tiempo de un estudiante en esta época, también se encuentran ratos para otras cosas.
Una de estas cosas es la música, que en el caso de Quique González no solo se escucha, también se ve y se lee. Hace unas semanas se publicaba la biografía de Quique, una recopilación de entrevistas a compañeros del gremio y al propio músico. Tuve la oportunidad de ir a la presentación del libro en la Fnac de Callao, donde lo mejor de la tarde fue la interpretación de Polvo en el aire, después de unas palabras tímidas y escuetas sobre lo poco que le gusta a Quique que le homenajeen. ¿Entonces por qué estaba allí? A partir de esa tarde me enfrasqué de lleno en la lectura del libro, actividad que fui combinando con la escucha de todos sus discos. Y, por qué no, también me puse a ver los distintos documentales que incluyen los discos de Quique. Pero todo este maniático impulso por vivir de nuevo todo lo que Quique González ha hecho en su carrera no era futo del azar, ni mucho menos, todo estaba encaminado a un nuevo episodio, desconocido hasta entonces para mi, en la música de Quique, el último concierto en Madrid de la gira Desbandados. En este formato aparece Quique solo, tal y como nacen sus canciones, con guitarra, piano, armónica y voz, y la únca compañía de su músico de confianza Jacob (Jackson, como lo llama él), al contrabajo y la guitarra. Y el concierto fue sencillamente espectacular. Tantos clásicos y tantas canciones que amenazan con convertirse en ello, una interpretación sencilla y limpia, tanto respeto de sus seguidores... Las versiones, un acierto: Downtown Train de Tom Waits, These Days de Jackson Browne, Hoy puede ser un gran día de Serrat y la tradicional Adelita, para la cual subió al escenario el gran César Pop. Junto a estas, canciones que no suelen entrar en el repertorio de Quique para conciertos eléctricos, sobre todo las más acústicas (muchas de Salitre48 y de Kamikazes).
Entre los asistentes muchos compañeros de fatigas que no querían perderse el concierto. Junto al citado César Pop estaban Santi Alcanda, el desaliñado Leiva de la Alameda y Michelle Jenner. Quique, dentro de su timidez, se mostró simpático con el público y contó anécdotas curiosas, como cuando su ingenioro de sonido Ángel Medina se quedó dormido en pleno concierto de Bob Dylan, en que QG fue telonero. Aplausos, bises, más aplausos, más bises y Día de Feria para despedirse. Sublime.
Como es natural, uno ha acabado saturado de Quique González, pero ha merecido la pena, porque por algo es el mejor músico de España en este momento. La única pega, la primera vez que vi a Quique en concierto se acordó de la reciente muerte de Billy Preston, e incluso cantó algúnas estrofas de You are so beautiful. Estando reciente la muerte del gran Clarence Clemons, mítico saxofonista de la E-Street Band de Bruce Springsteen, no habría estado mal un pequeño recuerdo (no sé si lo hizo en alguno de los conciertos anteriores). Habrá que esperar para oir a Quique cantar algunos versos de Thunder Road.

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Hoy puede ser un gran día
donde todo está por descubrir,
si lo empleas como el último
que te toca vivir