domingo, 23 de noviembre de 2014

Dos no es igual que uno más uno

Foto de Roberto Pérez Lavín

Ayer en La Riviera lo comprobé. Hay una banda, la que forman Quique González, José  Ignacio Lapido y un puñado de músicos habituales de ambos que es, probablemente, la mejor que existe en este país. Los dos músicos han descubierto la fórmula secreta del noble arte de actuar en directo, meter en una coctelera el talento y el repertorio de los dos y ejecutarlo con una súperbanda que de tan rockera hace que tiemblen los cimientos de la música española. Es apostar todo el dinero a todos los números de la ruleta, fallar es imposible.

Dos músicos introvertidos, Quique y Lapido, han encontrado la manera de estar totalmente a gusto en el escenario y han moldeado un hábitat en que el "cantautor de rock" y el "poeta eléctrico" se sienten absolutamente pletóricos. Con los dos pilotando la nave descargan cierta responsabilidad, ganando en soltura y comodidad como intérpretes, y el formato elegido para esta gira, con intercambio mutuo de estrofas en los temas ajenos, nos regala la experiencia de revisitar las canciones de nuestra vida en la versión de otro de nuestros ídolos. Porque son nuestros ídolos, y eso es algo muy exclusivo de una comunidad de melómanos, aficionados al rock y al sonido guitarrero, que en la música buscan a partes iguales emoción, honestidad, actitud y belleza. En ese terreno nadie supera a Quique y Lapido, por eso esta gira es un regalo para esta comunidad y para los propios artistas, de los que es difícil de decir cuál es el aprendiz y cuál el maestro del otro. Con un repertorio para los más fieles, con pocas concesiones a la evidencia, Quique y Lapido soltaron a los perros a base de energía y emoción. Cuando un músico disfruta sobre las tablas se transmite la magia al público y se produce una comunión mística y trascendental. Esto fue una constante en el concierto de ayer, del que es imposible destacar un momento cumbre porque el nivel no descendió ni un instante. Por dejar una simple muestra, El carrusel abandonado y Ladridos del perro mágico en boca de Quique González o Clase media y La luna debajo del brazo en la de Lapido son experiencias musicales y emocionales de primera magnitud, inolvidables para los que nos gusta esto.

Foto de Jorge Lucas

La formación combina en la proporción exacta del rock canónico la solidez de la guitarra de Pepo López, el virtuosismo de la de Víctor Sánchez, la firmeza de la sección rítmica de Ricky Falkner y Edu Olmedo, la melodía precisa de Raúl Bernal a los teclados y el papel liberado de Quique y Lapido a las voces y a las guitarras. Nunca las canciones de madrileño y granadino habían sonado tan bien. Y esto me lleva a un pensamiento que seguro que tuvieron los centenares de asistentes al concierto y los propios protagonistas, el resultado es demasiado bueno como para acabarse con esta gira. Todos vivimos esta conjunción de estrellas como el preludio de algo grande y esperemos que prolongado en el tiempo. No sabemos si será un disco, si más giras o si colaboraciones más profundas entre los dos, pero todos sabemos que Soltad a los perros no es el fin.

En verdad tiene esta gira mucho de ajuste de cuentas, como cuenta el gran Chema Doménech en su magnífica crónica de la velada (y con quien ajusté cuentas yo mismo charlando por fin en persona mientras sonaba Nubes en forma de pistola; gracias por tus palabras y tu magisterio, Chema). Yo también ajusté cuentas con el Salitre48 que volví a comprar, ya que mi antiguo ejemplar quedó inutilizado por el uso hace unos días. Y de alguna manera puse una muesca especial en el bastón que se lleva en este viaje vertical que es la música, ya que la primera vez (de unas quince) que vi en directo a Quique González, hace ocho años, fue también la primera vez que vi a Lapido. Ese día en el Palacio de Congresos se subió al escenario el de Granada para cantar Kid Chocolate, igual que hicieron ayer en La Riviera. En ese momento me di cuenta es que todo lo bueno vuelve y siempre acaba encajando una y otra vez, así que yo estoy tranquilo paladeando el concierto de ayer, porque sé que estos dos aún tienen cosas que decir juntos. Los ejércitos del rock no rompen filas.


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Ahí llega de vuelta el que dijo que no volvería,
estuvo sembrando amapolas en la tierra prometida.
Eso fue cuando tú y yo coleccionábamos días tristes,
tan tristes como las caricias que ya dimos por perdidas.

Los buitres acuden a picar en los restos de la historia,
los maestros enseñan a sumar mientras los niños cazan moscas
y nosotros dos empeñándonos en capturar eclipses,
en la otra esquina del mundo alguien preguntó la hora

Ahí llegan los ecos de nuestro pasado
entre los chirridos de los neumáticos
Puedo oír los ladridos del perro mágico, 
del perro mágico.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Jailbreak y el efecto Pigmalión


Hay una teoría que se explica en las clases de dirección de personas y de comportamiento organizacional llamada "efecto Pigmalión" o de la profecía que se autocumple, que consiste básicamente en la importancia de la predisposición para la materialización de resultados. Osease, que quien genera expectativas de conducta buenas o malas (Pigmalión positivo o negativo) es más susceptible de desembocar en esas conductas buenas o malas.
Esto viene a santo de la noticia del día en el mundo del rock: Phil Rudd, batería de AC/DC, ha sido detenido por planear un doble asesinato, para lo cual se pretendía servir de un sicario al que había contratado. Los fans de AC/DC que al leer la noticia no hayan evocado alguna canción de la banda como Shoot to thrill o Jailbreak no sé si son dignos portadores de ese título. Al margen de la discusión moral o legal, este asesinato frustrado no deja de ser un pequeño ejercicio de coherencia para alguien que ha acompañado a la batería los versos "Había un amigo acusado de asesinato, y el mazo del juez  cayó, el jurado le declaró culpable, le cayeron dieciséis años en el infierno". Cuando menos, una singular ironía del destino.

Coñas aparte, a cada uno que le corresponda su derecho, suum quique tribuere (como decía Miguel sobre Polanski) y todas esas cosas. La duda es si tras la forzada retirada de nuestro admirado Malcom Young (auténtico guardián de la llama del rock de los australianos), perdido por siempre en el océano de la enfermedad y la desmemoria, y el previsible ingreso de Rudd en el trullo por una temporada, puede significar esto el fin de AC/DC, con un disco nuevo a punto de salir y una gira mundial planeada. La banda ha dicho en un comunicado que ni de coña, y probablemente salgan a la carretera aunque sea con el de la boina y el del uniforme escolar, pero para qué nos vamos a engañar, si de una tacada se caen del escenario dos de los miembros que llevaban cuarenta años en el grupo, lo mismo seguro que no va a ser. La verdad es que había ganas de repetir concierto de AC/DC, vaya ciego de cerveza en el de hace cinco o  seis años en el Calderón, el único al que la edad me ha permitido ir. Confiemos por tanto en que la justicia australiana sea clemente con el más excelso batería de rock bajo su jurisdicción. O si no, por lo menos, que también se produzca el efecto Pigmalión respecto de esa otra estrofa de Jailbreak: "no voy a pasar mi vida aquí, no voy a vivir solo, no voy a picar piedras encadenado, me escapo y me piro a casa".


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There was a friend of mine on murder
And the judge's gavel fell
Jury found him guilty
Gave him sixteen years in hell
He said "I ain't spending my life here
I ain't living alone
Ain't breaking no rocks on the chain gang
I'm breakin' out and headin' home"

Gonna make a jailbreak

And I'm lookin' towards the sky
I'm gonna make a jailbreak
Oh, how I wish that I could fly

All in the name of liberty

All in the name of liberty
Got to be free

sábado, 20 de septiembre de 2014

Más grande que la vida




Ayer fui al cine y se detuvo el tiempo. Se detuvo de una manera extraña, porque en ese instante que quedó atrapado en la sala oscura transcurrieron años, edades, generaciones enteras en un simple parpadeo de ojos. Boyhood era la película, 165 minutos que son 12 años, el tránsito de la infancia a la adolescencia y después a la madurez. El simple proyecto ya era suficientemente poderoso: rodar la vida de un niño entre los seis-siete y los diecinueve años sin artificio alguno, sin prisa, solo él, su entorno cambiante, su propio crecimiento y sus constantes, sus raíces. Pero no queda ahí. Ante una interpretación tan carismática del papel de una vida entera que no es la suya, adquiere más valor si cabe el acierto de Richard Linklater al elegir, cuando apenas tenía cinco años, a Ellar Coltrane. La cantidad de cosas que podían haberse torcido a lo largo de doce años de rodaje (a semana por año) no hace sino resaltar el mérito del director y el compromiso de los actores. Al menos cuatro de ellos han estado presentes en todo el desarrollo de la película, Mason, el protagonista, su hermana y sus padres (Ethan Hawke y  Patricia Arquette). Cuatro fragmentos de cuatro vidas, cuatro evoluciones sentimentales y afectivas, cuatro viajes verticales hacia el descubrimiento de uno mismo. Y luego las circunstancias, personajes que entran y salen de la vida del protagonista (algún secundario menor puede que participara en el rodaje durante cuatro o cinco años).
Es imposible no sentirse identificado no ya con los personajes, sino con una película que bucea en los atributos del ser humano como ninguna otra lo ha hecho antes, en tiempo real. Los que nacimos en los primeros noventa tenemos la  pequeña ventaja de estar generacionalmente muy cerca de Mason, apenas dos o tres años menor. Recuerdos de canciones, de videojuegos, de campañas electorales, nuestro pasado común en una película. Mientras nosotros hemos crecido también han crecido, y al mismo ritmo, Mason y Ellar Coltrane, que son solo uno.
Una pequeña intrahistoria personal: hace ocho o nueve años, cuando yo tenía unos catorce, mi profesor de guitarra me trajo, de un viaje a Texas, una púa y un llavero de un local de Austin (una de las localizaciones de Boyhood) llamado Antone's. Sin tener ni idea de ningún dato más sobre el local la púa ha pasado todos estos años en mi llavero, en el interior de mis bolsillos, desapercibida entre las llaves de mi casa. Viendo la película, en la escena del ensayo de una banda en un local de Austin, apareció en un curioso truco del destino el luminoso de Antone's, a donde Mason y su padre acuden para ver un concierto de un amigo. La púa escarlata que desde hace nueve años llevo en el bolsillo adquirió un significado que nunca pude imaginar que tendría. En fin, pequeños equívocos sin importancia.
Y luego está la música. Sería injusto (y falso) decir que es lo mejor de la película, pero vaya banda sonora, la banda sonora de una vida. Suenan y se referencian muchos clásicos de la mano del papel de Ethan Hawke, que en la película demuestra ser también un magnífico intérprete musical, pero el mayor tesoro se encuentra en el empleo de la música como línea cronológica, como marcapáginas de lo que llevamos de milenio. En los títulos de entrada suena Yellow, la mejor canción de Coldplay (año 2000), y durante el viaje vamos pasando por canciones que sonaban en nuestra niñez (Blink 182, Britney Spears), vanguardias y clasicismos de mitad de década (Beyond the horizon de Bob Dylan; cumbre la escena en que el padre le explica a Mason, sobre los acordes de la canción, el significado de Hate it here de Wilco) y llegamos a canciones y bandas de la actualidad (Black Keys, Arcade Fire, Vampire Weekend). Incluso en los títulos de crédito hay una última genialidad cuando suena Summer Noon, single del disco de Jeff Tweedy en solitario que ni siquiera ha sido publicado aún, un juego temporal que nos introduce en un futuro que está por llegar. El pasado en el presente, el presente inexistente y la incursión en el futuro, un viaje eterno. La historia más grande jamás contada, la de la vida. Eso es Boyhood.


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I try to stay busy
I do the dishes, I mow the lawn
I try to keep myself occupied
Even though I know you're not coming home


I try to keep the house nice and neat
I make my bed, I change the sheets
I even learned how to use the washing machine
Keeping things clean doesn't change anything


I hate it, I hate it here
When you're gone


miércoles, 3 de septiembre de 2014

The summer wind



No sé muy bien cómo empezar este post, ni tampoco cómo acabará. De hecho no estoy muy seguro de lo que quiero decir, ni siquiera si hay algo que quiera decir. Ando con la cabeza un poco perdida últimamente, discúlpenme, y un blog tiene algo de vía de escape, algo de barra de bar en la que el simple hecho de tomarte un par de cañas ya te reconforta, contándole tus desvaríos al camarero. Estamos en septiembre, y lo que suena es Big Star.


Desvarío 1 - Primera caña. En algún sitio leí que el power pop (Género de música popular que se inspira en el pop y el rock británico y americano de la década de 1960. Típicamente incluye una combinación de dispositivos musicales como melodías fuertes, voces claras y armonías vocales nítidas, arreglos económicos y riffs de guitarra prominentes; Wikipedia says) es la banda sonora del fin del verano y del comienzo (¡una vez más!) del viaje circular, del momento de rebobinar la casette. No creo que esta afirmación tenga ningún tipo de base científica más allá de que el principal himno de este género se llama September Gurls, pero es cierto que en unos días, cada vez más cortos, en que la nostalgia se confunde con la incertidumbre de los planes a medio hacer para el nuevo curso, las "melodías fuertes y armonías vocales nítidas" de Big Star o Teenage Fanclub se identifican con ese estado de transición en que uno conserva todavía el moreno en la piel pero el alma se prepara ya para el otoño. Quizá porque son canciones alegres y potentes que recuerdan las noches de veranos pasados, pero con matices melancólicos, gotas de saudade en las voces y en los solos. Un buen ejemplo en el 1:56 del siguiente tema, es un silencio de apenas una décima de segundo a mitad del solo a dos guitarras, un instante para coger aire, una especie de respiro en pleno septiembre, alegre y triste a la vez, profundamente nostálgico (aunque para escucharlo en todo su contexto pónganlo al menos desde el 1:27 hasta el 2:07, si es que la canción entera es mucho pedir).


Desvarío 2 - Primer doble, que una caña es poco. Hace miles de años escribí un post llamado Canciones Paralelas. El otro día me acordé porque, después de una agradable conversación nocturna en Twitter sobre cuáles son las mejores canciones de Quique González, estuve escuchando en bucle (un bucle largo de los de antaño) Suave es la noche, canción con título de novela de la Generación Perdida que mi interlocutora y yo coincidimos en situar en el Top 3 del madrileño. Y entonces lo vi, Suave es la noche es la Atlantic City de Quique González, como Atlantic City es la Suave es la noche de Springteen. Y son canciones paralelas porque son dos temas acústicos instrumentados de forma muy parecida (un par de guitarras y mandolina), ambas melodías juegan con la misma cadencia sobre los acordes de La menor y Fa, y al margen de tecnicismos se encuentran en dos discos acústicos (Kamikazes Enamorados y Nebraska) que representan la misma transición en los dos artistas, y en directo suenan ambas potentes y desgarradoras con las guitarras enchufadas. Porque son de las mejores canciones de dos de mis músicos preferidos. Porque siendo dos temas sencillos y acústicos son la definición del rock and roll.



Desvarío 3 - Segundo doble. Nos quedan los conciertos, que ya es suficiente, y no nos deben faltar. Entradas para Extremoduro en un par de semanas en Las Ventas; camiseta negra y minis en las tascas de la calle Roma. Entradas también para Quique González + José Ignacio Lapido avanzado noviembre; camiseta blanca y gin tonics. Y nos quedan los discos que están por salir: Neil Young, Jeff Tweedy y Lucinda Williams.




Desvarío 4 - Copa de Ribeiro. El otro día vi en Clamores con Jordi a mi maestro en esto del rock, el gran Paco LeGoffic (7 años en la escuela, casi nada), acompañando a una banda de funk. Jordi y yo cerramos proyectos, de los buenos. Pero eso es secreto todavía.




Desvarío 5 - Copa de Oporto. Se ha ido Xabi Alonso. Nuestro 14, el dorsal de los dioses. Contaba Quique González que cuando se fue Redondo se plantó una mañana en el Bernabéu con su camiseta a protestar por su marcha, y que dejó la camiseta allí. En un primer momento pensé en hacer algo parecido, pero entonces leí el "Rock and Roll en el fútbol y en la vida" de Jabois en El Mundo y el "Xabi Alonso" de Gistau en el ABC y abandoné tan estúpida resolución. Y es que cómo no le vamos a querer.




Desvarío 6 - Chupito de tequila. He acabado hablando de Quique González en solo 3 de los 5 anteriores desvaríos. Me estoy reformando, la medicación funciona.




Desvarío 7 - Gin tonic (nada de bayas, hierbas ni flores; Beefeater, Schweppes, tres hielos y, si eso, una tira de limón). Y he acabado convirtiendo estas líneas, una vez más, en el post estándar de este blog, a falta de que les hable de los  libros que he leído últimamente. Pues para no hacer el feo recomendaré los mejores que han pasado por mis manos estos dos últimos meses estivales:

- Que empiece la fiesta, de Niccoló Ammaniti. Cuentan que es el libro que inspiró las escenas de las excéntricas fiestas que se celebran en La Gran Belleza, en las que se retrata la decadente alta sociedad romana. Novela divertidísima donde las haya.

- La cabeza perdida de Damasceno Monteiro, de Antonio Tabucchi. Imprescindible para quien le haya gustado Sostiene Pereira. Una interesante trama policíaca, algo más cruda y no tan idílica como Sostiene pero igualmente recomendable. También leí un libro de cuentos de Tabucchi llamado Pequeños equívocos sin importancia, algunos de los relatos son auténticas joyas.

- El diario del ron, de Hunter S. Thomson. La crónica del viaje hacia lo desconocido, hacia el descubrimiento de uno mismo sin siquiera planteárselo, que al protagonista (alter ego del autor) le lleva a bacanales y aventuras en Puerto Rico. Como Like a Rolling Stone hecha novela.

- El cuento de la isla desconocida, de José Saramago. Es una sensacional fábula sobre el hombre, la vida y los sueños, dudo que sea necesario dar más información. Se lee en apenas media hora, tras la cual uno es mejor persona.

Plomo en los bolsillos, de Ander Izagirre en Libros del KO. Es el relato sentimental de la historia del Tour de Francia brillantemente narrado por el bueno de Ander. De necesaria lectura para los que, además de con hacer el Moonwalker, soñamos con escaparnos en solitario subiendo el Tourmalet.



Sucede que, al final, todo lo que no sabes cómo va a terminar acaba contigo de la misma manera: borracho. Salud, amigos.


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The summer wind came blowin' in from across the sea
It lingered there, to touch your hair and walk with me
All summer long we sang a song and then we strolled that golden sand
Two sweethearts and the summer wind

Like painted kites, those days and nights they went flyin' by
The world was new beneath a blue umbrella sky
Then softer than a piper man, one day it called to you
I lost you, I lost you to the summer wind

The autumn wind, and the winter winds they have come and gone
And still the days, those lonely days, they go on and on
And guess who sighs his lullabies through nights that never end
My fickle friend, the summer wind

lunes, 11 de agosto de 2014

En lo desconocido


La noticia musical de esta semana de verano es de lo más curioso. Tom Petty, que lleva cuarenta años ininterrumpidos en el top ten de las estrellas del rock (mérito apenas compartido con los Stones, Dylan, Neil Young y Springsteen) acaba de ser número 1 en las listas de ventas por primera vez, con un disco -Hypnotic Eye- que aunque bueno, muy bueno incluso, no deja de ser menor en su carrera. Y la cosa no acaba ahí, es que el  actual número 2 del Billboard es un disco de Eric Clapton de homenaje a J.J. Cale en el que participa también Tom Pettty. Es decir, que el autor de algunas de las melodías fundamentales de la historia del rock, que ha hecho obras tan excelsas como Full Moon Fever, Damn the Torpedoes o Wildflowers (que, inexplicablemente, nunca llegaron a lo más alto), ya en la madrugada de su carrera coloca un disco propio y otro ajeno en lo más alto de las listas de ventas. Probablemente esta noticia al viejo Tom se la traiga al pairo, ya que nunca ha sido una estrella de primera plana (si le mentas aquí en España te suelen poner una cara como la de Messi tras la final del Mundial), y como guardián de las esencias de un rock antiguo y primordial, de cuando se edificaron los cimientos de las civilizaciones, está por encima de esta clase de menudencias. A todo esto, Hypnotic Eye es un discazo en el que Petty suena más como siempre que nunca, un máster de rock clásico.
Cuarenta años ha tardado Tom Petty en llegar al número 1, los mismos que Moisés en llegar a la tierra prometida. Mejor eso que nada, hay quien se muere sin beber del néctar de la gloria. Como contaban mucho mejor que yo Miguel en Howlin' at the Moon o Josh Lyman en El Ala Oeste, la música de Blind Willie Johnson fue enviada en la Voyager 1 al espacio exterior, junto a sonidos e imágenes representativos de nuestro planeta, a la espera de que en un lejanísimo futuro alguna civilización lejana dé con ellos, y todo esto muchos años después de que el pobre Willie muriera en la extrema pobreza. Blind Willie se quedó ciego a los siete años después de que su madre le rociara con ácido porque su padre se acostó con otra, pasó una vida de penurias en los cruces de caminos del sur de Estados Unidos a la sombra de Robert Johnson y murió a los cuarenta y siete años, enfermo y sin un centavo, durmiendo entre cartones mojados, pero su música atravesó en 2005 el frente de choque de terminación, la frontera entre el Sistema Solar y la inmensidad desconocida, y ahora viaja, por el fin de los siglos, en el objeto humano que más lejos haya llegado nunca. En algún momento nosotros nos extinguiremos y la Tierra desaparecerá por completo, pero la Voyager seguirá surcando los caminos del espacio dentro de millones de años, y si en algún momento muy remoto alguien diera con la sonda y consiguiera descifrar el disco de oro que transporta se podrá hacer una idea de cómo era la civilización que envió esa música a lo desconocido escuchando el lamento de Blind Willie Johnson en Dark was the night (cold was the ground). Tom Petty llegó en vida a número uno, cierto, pero el ciego y pobre Blind Willie Johnson es inmortal y su música suena en las estrellas.

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Past my days of great confusion
Past my days of wondering why
Will I sail into the heavens
Constellations in my eyes

Hey yeah yeah
In the dark of the sun
We will stand together
Yeah we will stand as one
Oh in the dark of the sun

sábado, 12 de julio de 2014

Before rock's just part of the past

El rock, la música de nuestra vida, está en vías de extinción, al menos tal y como lo conocíamos. Hace unos años, creo que después de la muerte de George Harrison (o quizás fue la de Johnny Ramone), ese abyecto animal llamado el Sevilla pronunció una frase simpática y llena de cariño en un insólito arrebato de lucidez: "Beatles 2 - Ramones 3". Hoy ha terminado ese partido y los de Nueva York han ganado 4-2, ya que con la muerte de Tommy desaparece el último superviviente de la formación original de la banda. Es cierto que hubo unos cuantos Ramones más que se fueron sustituyendo unos a otros antes de la muerte definitiva del grupo en los noventa (al finado Tommy le reemplazó Marky en el 78), pero en lo que a su más mítica plantilla se refiere, la de Blitzkrieg Bop, la del CBGB y la foto delante de un muro de ladrillos del Village, la de los nombres que rodean el águila que mira la rama de olivo (así está en tiempos de paz, en tiempos de guerra miraría al bate o, en su caso, a las flechas), se puede decir que hoy, 12 de julio del año 2014 de nuestra era, los Ramones se han extinguido. Muchas leyendas del rock han abandonado el edificio desde que un día se estrellara el avión de Buddy Holly, Ritchie Valens y The Big Bopper, pero si no me equivoco los Ramones son la primera de las más grandes bandas del rock que desaparecen por completo (creo que algún Lynyrd Skynyrd sigue dando bolos por ahí; y Big Star están al límite, muertos sus tres miembros clave (Chilton-Bell-Hummel) queda solo Jody Stephens, el batería original).
Qué grandes eran, joder, y aunque ninguno de ellos fuera un prodigio en su instrumento fueron cruciales para la música: anticiparon el punk, hicieron melodías míticas solo con tres acordes de quintas, recuperaron las chaquetas de cuero y patentaron el ¡one, two, three, four! como señal de inicio cuando aún no se había apagado del todo la última nota de la canción anterior. Dominaron, más de lo que nadie dominará nunca, el noble y sagrado arte de la canción de dos minutos y medio, por eso sus conciertos tenían entre treinta y cuarenta canciones, ¡nada menos! De hecho, el Loco Live (grabado en Barcelona) es el único disco que ha sido capaz de doblegar a mi minicadena, incapaz de reproducirlo por tener demasiadas pistas (unas 35).
Los Ramones ya son solo su legado, su historia, nostalgia pura. Tristemente, empieza el fin de la época clásica de las bandas de rock. Vaya año que llevamos (y en concreto vaya semana, Di Stéfano y el último Ramone en apenas cinco días; sic transit gloria mundis).
Allá va mi top de los Ramones, que a las leyendas del rock hay que despedirlas con rock:

1. Do you remember rock and roll radio.
2. The KKK took my baby away.
3. I wanna be sedated.
4. Blitzkrieg bop.
5. I wanna be your boyfriend.
6. Havana affair.
7. Judy is a punk.
8. Today your love, tomorrow the world.
9. Beat on the brat.
10. 53rd and 3rd.

Bonus track: Tom Waits - The return of Jackie and Judy. De ese memorable disco de tributo a los Ramones llamado We are a happy family. Qué grande hay que haber sido para que te versionen en un mismo disco Waits, U2, Metallica, RHCP o Kiss.

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Do you remember Hullabaloo,
Upbeat, Shinding and Ed Sullivan too?
Do you remember rock'n'roll radio?
Do you remember rock'n'roll radio?
Will you remember Jerry Lee,
John Lennon, T. Rex and OI Moulty?
It's the end, the end of the 70's
It's the end, the end of the century

Do you remember lying in bed
With your covers pulled up over your head?
Radio playin' so no one can see
We need change, and we need it fast
Before rock's just part of the past
'Cause lately it all sounds the same to me
Oh oh oh oh, oh oh


Rock n', rock and roll, radio, let's go!
Rock n', rock and roll, radio, let's go!

- This is rock and roll radio. Stay tuned for more rock and roll.

miércoles, 25 de junio de 2014

Simpatía por los Stones


Una vez más tocan los Rolling Stones en Madrid y yo no voy a ir. Los 100 pavos que cuesta la entrada decente más barata escapan a mi presupuesto de manera excesiva. Y teniendo en cuenta que ya les vi hace siete años tampoco me va a suponer un trauma irme de cañas a la  hora del concierto. El telonero es Leiva, que muy bien, pero sin ánimo de fardar (bueno, un poco sí) cuando yo les vi en el Calderón los teloneros fueron Loquillo y JET (los australianos de Are you gonna be my girl). Como solo sucede cuando tocan en España los Stones o Bruce Springsteen, el ruido mediático que se genera por medios especializados y generalistas es ensordecedor, capaz de agotar a cualquiera a la primera de cambio. Supongo que si ocurriera lo mismo con los conciertos de Madonna, J-Lo o David Guetta, la ira me haría apagar la tele, arrojarla por la ventana, quemar sus restos y alimentar con sus cenizas a una piara de cerdos. Pero por suerte no es así, y parece que solo los  grandes rockeros jurásicos que nos gustan son capaces de movilizar tantas redacciones de periódicos, lo cual, aunque peligroso debido a la habitual mala calidad del contenido de las noticias, no deja de ser mínimamente reconfortante: dejad de hablarme de una puta vez de la Infanta o del matrimonio Casillas-Xavi y poned un poco de rock and roll.
Dando una vuelta por la vorágine de reportajes, especiales y demás reseñas que se están haciendo por la visita de sus majestades, me encontré una más de las miles de listas de "las 10 mejores canciones de los Stones" en una revista mínimamente respetable como, valga la redundancia, Rolling Stone. Y he de decir que me sorprendió para bien, ya que yo entré a la web como entro a los bares de la calle Huertas, esperando encontrarme clásicos facilones y evidentes hasta para el público más inexperto, pero aunque contenía alguna concesión obvia como Satisfaction o Angie ni mucho menos era una mala lista. Repasa dignamente los mejores discos de la época dorada de la banda, y combina bien himnos como Sympathy for the Devil o Jumping Jack Flash con temas más complejos como You can't always get what you want (que no deja de durar 7 minutos y medio) o  Gimme Shelter, la primera de la lista. Incluía hasta algún guiño a frikis como Can't you hear me knocking, tema secundario del Sticky Fingers. Con todo y con eso, un seguidor irredento de los Stones que posee un rincón en el ciberespacio como es este blog no puede dejar escapar la ocasión de contestar a esa lista con la suya propia. Aunque la hago totalmente cegado por la subjetividad y los prejuicios, defenderé estas 10 canciones hasta que mi contrincante o yo fallezcamos en duelo. Venga, anímense, que no soy tan bueno con la espada.

1. Dead Flowers.
2. Shine a Light.
3. Beast of Burden.
4. You can't always get what you want.
3. Salt of the Earth.
6. Brown Sugar.
7. Tumbling Dice.
8. Love in Vain (que sí, que es de Robert Johnson).
9. Gimme Shelter.
10. Moonlight Mile.

Bonus track para los fieles:
- Thru and Thru. Aunque hay muchas, muchísimas canciones de los Stones que querría sumar a la lista, elijo esta, que empieza con la voz de Keith acompañado solo de unos leves riffs en su guitarra. Y la elijo porque, aunque era un tema que a mí me gustaba sin más, cuando la escuché al final del último episodio de la segunda temporada de Los Soprano (en la escena de la graduación de Meadow, tras la detención de Tony y el ajusticiamiento de Pussy) se me puso la piel de gallina como pocas veces delante de la tele. No dejen de ver el vídeo y disfrutar de la escena entera, no tiene desperdicio.


PS- Hoy 25 de junio, el día en que le dijeron al Amargo que fuera aprendiendo a morir, nos deja, además de Ana María Matute, el gran Eli Wallach, más conocido como Tuco Benedicto Pacífico Juan María Ramírez. No pierdan ocasión de salir esta noche a las tabernas a empinar al codo a la memoria de ambos. A buon'anima.

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Well when you're sitting back in your rose pink Cadillac 
making bets on Kentucky Derby day, 
ah, I'll be in my basement room with a needle and a spoon 
and another girl to take my pain away. 
Take me down little Susie, take me down, 
I know you think you're the queen of the underground,
and you can send me dead flowers every morning, 
send me dead flowers by the mail, 
send me dead flowers to my wedding, 
and i won't forget to put roses on your grave.