viernes, 21 de febrero de 2014

Quién necesita una canción de amor


Quién necesita una canción de amor cuando se tiene la violencia en vena. Anoche este verso me estuvo sobrevolando la cabeza, porque creo que se nos podría aplicar perfectamente a los que seguimos a José Ignacio Lapido, probablemente el mayor defensor en nuestro país de eso que llaman rock n' roll. Porque en esto del rock hay dos virtudes: la honestidad y la actitud. Y ya si enchufamos la guitarra al amplificador el resultado puede ser brutal. Lapido es honesto y directo en su forma de interpretar la música, fiel a un estilo construido a lo largo de muchos años de trayectoria. No se anda con tonterías ni lugares comunes, escribe más que nada sobre desencanto y rabia, y encuentra en el rock el mecanismo perfecto para expresar ambos sentimientos. Y enchufa la guitarra, joder si la enchufa. En Esa Canción me Suena, blog sin cuyo magisterio conoceríamos muy poco de los músicos que nos gustan, Lapido se decía "simple servidor de las canciones" en esta estupenda entrevista. "Creo que si yo mañana escribo una canción sobre lo bonita que es la primavera me apedrearían, y yo sería el primero en animarles. Me avergonzaría escribir algo que no fuera acorde con mis pensamientos y con mi forma de ver el mundo. Y sobre el desencanto existencial, por supuesto estoy calado hasta los huesos de ello".

Ayer tocó Lapido en el Teatro Lara, en formato electroacústico adaptado al recinto y a la condición sedente del respetable. Sonido impecable, repertorio cuidado y variado, in crescendo siempre. Grandes himnos, temas más ocultos de su discografía y algún guiño al pasado y a 091, como el final con La Torre de la Vela. Platea y palco contentos a casa en la noche madrileña del jueves.


Dicen que ver a una persona leyendo un libro que te gusta es como ver a un libro recomendándote una persona. Algo así me ha pasado a mí con la música de Lapido, y el responsable de que hoy sea de los músicos que más me gusta escuchar es Quique González, quién si no. A Lapido le vi por primera vez, sin querer, hace ocho años. Yo tenía 14 e iba por primera vez a un concierto de Quique, gira Desajuste de Cuentas, en el Palacio de Congresos de la Castellana, y de invitados los Pereza, Ismael Serrano (cualquiera lo diría) y "el gran José Ignacio Lapido, de 091", como le presentó Quique, que subió al escenario a cantar Kid Chocolate. Mi segundo encuentro con el granadino fue también a través de Quique, que en su disco Daiquiri Blues decidió hacer una versión de Algo me aleja de ti, una de las mejores canciones escritas en nuestro idioma. Fue ahí cuando tuve que hacerme irremediablemente con Cartografía, y a partir de ahí los demás discos y canciones vinieron solos.

Lapido tiene un talento descomunal para la composición musical, con estructuras complejas y originales; una gran facilidad como letrista para introducir imágenes, símbolos y referencias intertextuales en sus canciones; una banda sólida, compenetrada y extremadamente virtuosa con sonido a rock clásico pero sin trasnochar; y, por último, una experiencia de décadas tanto a nivel de secundario en una banda como de frontman de la suya propia que le convierte en honoris causa del escenario. En resumen, lo tiene todo para no gustar al gran público. Pero decían que la miel no está hecha para la boca de los burros. Mientras exista un puñado de fieles en cada capital de provincia, Lapido seguirá haciendo canciones capaces de emocionar a estos pocos, los estadios y las listas de ventas se seguirán llenando de vacuidad y se mantendrá en el universo el orden establecido. Está escrito en la ley. Mientras tanto, a nosotros que nos dejen nuestra pizca de miel.


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Cuando el tren llegue al anochecer
no habra música de bienvenida,
esfumada la esperanza y apagadas las colillas,
cuando el ángel decida volver.

Nos verá contando hasta tres,

justo antes de emprender la huida,
tomaremos el fracaso como punto de partida
y el amor como dogma de fe,
cuando el ángel decida volver.

Cuando el ángel decida volver

será el momento de que rompan filas
los que lucharon en la guerra y los que fueron a la mina
a buscar algo en lo que creer.

No tendremos nada que perder,

ni se hará real la fantasía,
preparad los epitafios y poned la otra mejilla,
cuando el ángel decida volver,
cuando el ángel decida volver.

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