miércoles, 20 de junio de 2012

De lo divino y lo épico



La noche del 17 al 18 de junio de 2012 será eternamente recordada por casi 60.000 personas que abarrotaron el estadio de Don Santiago Bernabéu, porque ante todas ellas se fraguó un espectáculo de dimensiones estratosféricas que sorprendió a todos, más aun si cabe cuando el protagonista era el rey de los espectáculos de dimensiones estratosféricas. Bruce Springsteen regaló a Madrid el concierto más largo de su carrera, con 3 horas y 48 minutos de rock y un sinfín de emociones. Probablemente haya dado conciertos técnicamente mejores o más especiales en su dilatada trayectoria de 44 años, sobre todo con su escudero Clarence Clemons, pero el del domingo ha de ser tratado con reverencia dentro del Olimpo de los shows del de Nueva Jersey. Si un concierto de la gira de The River es un soneto de Garcilaso, el concierto del Bernabéu es la Ilíada. Bruce, con 63 años, desplegó una energía que ya la quisieran los Arctic Monkeys, que tienen 40 años menos. Durante la sideral carrera de casi 4 horas hubo espacio para el rock, por supuesto, y también para las reminiscencias del soul y el gospel que inspiran toda la música americana, con un momento cumbre en My City of Ruins, que Springsteen inició con un recuerdo a los ausentes Clemons y Federici: “If  you’re here and we’re here, then they’re here”.


Tras un brutal comienzo con Badlands, Springsteen sacó su vena comprometida y encadenó una serie de “canciones sociales” con predominio del último disco. Tras No Surrender y We take care of our own, con aires de predicador, cogió el micro y, casi en trance y con circunstancia épica, sermoneó a los presentes con su filosofía de barrio. Bruce Springsteen adquirió en su discurso una trascendencia vaticana cuando, en español y con el acento quebrado, declamó las breves pero rotundas frases escritas fonéticamente en unas sencillas octavillas pegadas al suelo, entre el set list y la pedalera de su Telecaster. “¡Sé que aquí los tiempos son peores, pero nuestro corazón está con vosotros! Queremos dedicar está canción a todos los que están luchando en España”. Y como el Santo Padre de Roma nos dio su bendición, en forma de tema que amenaza con convertirse en clásico, Wrecking Ball, durante la cual se vivió otro de los momentos álgidos de la velada, ese interludio en que se repite recurrentemente “Hard times come, and hard times go… just to come again”. Era la cuarta canción y Springsteen ya se había ratificado como capitán de nuestras almas, dueño de nuestros destinos y supremo pontífice de nuestras emociones.


Los temas se fueron sucediendo, uno tras otro, con la contundencia de una banda que lleva décadas tocando y que, con sus nuevos fichajes (vientos y coros) suena más como siempre que nunca. Mención especial merece Jake, el sobrino de Clarence Clemons, que sin el carisma de su tío probablemente le supera en lo musical (perdón por la blasfemia).  Enormes Nils Lofgren (sobre todo en el espectacular solo de Youngstown) y Silvio Dante - Little Stevie - Van Zandt, nuevo número dos consolidado de la E Street Band. A un servidor, de todas las canciones que fueron sonando hasta acercarnos a las postrimerías del espectáculo le llegaron especialmente Because the Night (con un enorme solo de Stevie), The River, una supercañera My Love will not let you down y The Rising. Todo ello antes del epicentro sentimental del concierto, el momento cumbre que se vivió con Thunder Road. Si la entrada estaba amortizada desde el minuto 4, fue en ese momento (a falta de una hora para el final) cuando me di cuenta de que ya me podía morir tranquilo. Con el despliegue emocional de Thunder Road (y hablo desde una perspectiva totalmente subjetiva) se dejó el concierto en el punto de cocción perfecto para rematarlo y firmar definitivamente la obra maestra. Y fue exactamente así.


Los bises, que empezaron con la delicada Rocky Ground, fueron un continuo de puro rock n’ roll: Born in the USA, ese himno alternativo de los Estados Unidos que el Bernabéu coreó con brutal energía; una gigantesca Born to run, que por seguir coreando hasta se cantaron los acordes del riff de guitarra del tema; una sublime Hungry Heart, en que el éxtasis llevó a Springsteen a sacar a bailar a un operario con chaleco fluorescente y casco de obra; Seven Nights to Rock, en la que Bruce demostró su habilidad tocando el piano con la cabeza, con notable precisión y cadencia rítmica. Tras este simpático rocanrol el Jefe teatralizó una fatiga tremenda (que todos sabíamos fingida) dejándose caer durante varios minutos a las tablas del escenario, hasta que un redentor Steve Van Zandt rescató a Bruce con una balsámica y refrescante descarga de agua desde una esponja, y como una Verónica enjugó el rostro sudoroso del pontífice. Todavía faltaba Dancing in the dark, en que una rubia de buen ver vio cumplido el deseo de su pancarta, que rezaba Can I dance with Nils?, muy al estilo del vídeo de la misma canción, en que una jovencísima Courtney Cox sube a marcarse un baile con Springsteen.  Acto seguido Tenth Avenue Freeze Out, en la que la banda se detuvo en seco tras cantar Bruce “and the Big Man joined the band”, para rendir un último homenaje al sempiterno saxofonista de la E Street, que como ya había pasado la medianoche hacía exactamente un año de su muerte. Cuando parecía que el concierto estaba finiquitado, con las luces encendidas y todo, Bruce lanzó un último ataque que le catapultaría al record de su concierto más largo, con el ya típico Twist and Shout, cantado a coro por Madrid, ciudad que tras la noche del domingo se encuentra en un rincón privilegiado del imaginario springsteeniano, junto a Asbury Park, Barcelona y, cómo no, Nueva York. Después de tan tremendo espectáculo, de tal dosis de energía, después de la alegría de saberse partícipe de un acontecimiento irrepetible, como madrileño uno solo puede sentir orgullo, y como fan de Bruce Springsteen, emoción.

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When the change was made uptown and the Big Man joined the band
From the coastline to the city all the little pretties raise their hands
I'm gonna sit back right easy and laugh
When Scooter and the Big Man bust this city in half
With a Tenth Avenue freeze out



2 comentarios:

  1. Edu, no conocía tu blog. Por lo que he visto, está muy chulo... ¡¡y qué envidia lo del concierto!! Lo veré despacio...
    A propósito, desde hoy existe una asociación taurina de Los Olmos (mañana va al registro); ya te contaré...
    Un saludo,
    José María

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    1. Muchas gracias por el comentario José María, y cuenta conmigo para esa asociación, suena muy bien.

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