lunes, 12 de noviembre de 2012

Los mercaderes del templo




El otro día Windows me sufragó medio concierto de Leiva e Iván Ferreiro. A mí y a otros 700 individuos que, puntualmente, obtuvimos nuestra invitación gratuita un par de días antes, convirtiéndonos automáticamente en muñeco vudú de millares de quinceañeras excéntricas que estarían deseando calarse desde el mediodía a la puerta de la Joy para gritar durante alguna canción de Pereza y durante algún tramo de Turnedo, de Ferreiro. El panorama dentro de la sala anticipaba la instalación, unas calles más allá, del anodino escenario navideño de Cortilandia, con fluorescentes publicitarios del imperio Gates, televisiones mostrando las bondades de tal o cuál apero informático que escapa a mi conocimiento y sombreritos gratis para todos, como en un octavo cumpleaños en la piscina. Congregados allí los presentes, salió a escena Toni Garrido, ese locutor de voz grave y pelo hirsuto que, por exigencias del guión, nos lanzó la propaganda de turno mientras se burlaba interiormente de un público que pensaba “¿Toni qué?”. Yo, que perdí media infancia el día en que Zubizarreta convirtió en gol en propia meta lo que parecía un pase sobre Finidi, desconfío desde entonces de todo lo susceptible de revestir solemnidad. Y como revestir el acto de solemnidad era lo que el organizador pretendía mediante este presentador ad hoc, pues desconfié. 

Nigeria 3-2 España, Mundial de Francia 98

Salió Ferreiro, seis canciones. Salió Garrido, hizo un par de preguntas just for the record al gallego. “¿Windows qué?” respondió, “Ya sabes, estamos celebrando el lanzamiento de Windows 8”, ante lo que el cuarentón de 1’60 concluyó “Sí, sí… ha sido una experiencia musical”. Y entonces el músico se retiró en un carro alado tirado por dos caballos incandescentes. Salió Leiva, seis canciones. Los decibelios de la platea aumentaron considerablemente, pero no creo que porque todos fueran de la Alameda de Osuna. Vi al maestro César Pop otear el cielo de la Joy con el ceño fruncido, fijar la mirada en la cartelería de una firma de ordenadores y pensar por un momento “¿Qué he hecho yo para merecer esto?”, pensamiento que se disipó cuando sonaron las guitarras de los hermanos Conejo Torres y todo volvió a la normalidad. Durante el set de Leiva reapareció Ferreiro para cantar al alimón y por primera vez en directo Anticiclón, canción potente, enérgica y energética a pesar de que los intérpretes necesitaron de un aparatoso atril con la chuleta de la letra que ocultaba el cuerpo de Ferreiro hasta la altura de la garganta. Salió Toni Garrido, hizo un par de preguntas a los dos músicos, “No sé, en realidad ha sido Iván el que se ha encargado de la tecnología”, a lo que Iván replicó “¿Windows qué?”. Se retiraron presentador, músicos y respetable, terminó el medio concierto.

Musicalmente fueron impecables. La banda de Iván Ferreiro suena sólida y curtida como pocas en España, y la voz sigue sonando con la fuerza de los tiempos remotos de los Piratas. La Leiband, como se hacen llamar ahora los acólitos del perro flaco de la Alameda, suena cada día mejor y se nota la compenetración Leiva-Juancho-Pop en la fluidez de las canciones. Fueron doce temas escogidos entre lo más granado de los repertorios de sendos artistas que sonaron a Riviera pagando veinte euros. Todo genial hasta que uno reparaba en que al acabar solo eran las 21:00, era en Joy y los que invitaban eran los americanos. Pero Edu, ¿si fue gratis qué más te da? No es eso, me alegré mucho de ir y disfruté del show, un rato viendo a Leiva y Ferreiro, por corto que sea, siempre es agradable. He ido a magníficos conciertos sin pagar un duro, entre los que destaco uno de Ariel Rot en La Riviera por cuenta y riesgo de un gimnasio (no sé muy bien cómo conseguí colarme entre tanto bíceps definido) y uno antológico de Loquillo en las fiestas de La Elipa, entre algodón de azúcar y cubatas de ron barato. En Joy simplemente vi con tristeza el poder del marketing para con el rock en toda su crudeza. Si quieren pagar conciertos de los músicos que me gustan yo encantado, pero me da pena verlos así, en conciertos que se emiten en streaming en YouTube y con una zona vip plagada de ingenieros informáticos. No sé de quién es la culpa de dejarme esta sensación agridulce, ya que el pobre Iván Ferreiro no parecía haber tocado un ordenador en su vida y lo más tecnológico que tiene Leiva en su casa es un secador de pelo, por lo que sospecho (y celebro) que solo estaban allí para cobrar. Pero por otro lado pensé que un músico como Quique González (lo siento, siempre acabo igual) nunca habría participado de ese circo. Serán los tiempos de crisis, por lo que señalaré inquisitorialmente a Windows como diana de la cólera de los dioses. Fui, y repito, me alegré, pero los que somos fans irredentos de Alta Fidelidad sentimos ligeros escalofríos cuando vemos que los mercaderes han entrado en el templo.


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Cuando fuimos los mejores
nuestro otro yo nos acechaba.
Mercaderes de deseos,
habitantes de la nada.

2 comentarios:

  1. aporto la parte de indignación indie ante tal hecho.
    http://www.youtube.com/watch?v=WvHQKYdQBNM

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    1. Yo me refería más bien a esto:
      http://www.youtube.com/watch?v=TUPGOG4KksI
      Fredy quizás te perdone no haberla vista. Yo, definitivamente, no.

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