El viernes pasado vi a Calamaro en Pamplona. Un día antes había publicado en su web un alegato en favor de la monarquía parlamentaria y de agradecimiento al rey Juan Carlos: "¡Viva el Rey! Lo grité pudorosamente ayer tarde y lo repito hoy. Si el rock tiene reyes y la tauromaquia los tiene, España tiene uno en tránsito hacia una jubilación real. Prometí lealtad a este señor cuando me fue dada mi segunda nacionalidad y aquí estoy respetando lo prometido. Por izquierdas no me corre casi nadie, ni siquiera el coletas". Por supuesto se lió la mundial, los sectores más izquierdosos de la opinión pública le acusaron de súbdito de los Borbones y de fascista, todo ello por defender el orden constitucional que él voluntariamente eligió respetar.
Volviendo a Pamplona, el pánico cundió entre el público de la Ciudadela cuando Andrés dijo "esta canción se la vamos a dedicar a nuestro legítimo rey", horas después de su manifiesto, y durante unos tensos segundos de silencio alguno ya estaba desenfundando pistola y cuchillo, pero calmó las aguas al continuar con un "Diego Armando I, su majestad de la zurda". Sí hubo algunos pitos aislados por parte de el sector más borroka de Iruña cuando dedicó Días Distintos a la fiesta taurina, con imágenes de Morante, Talavante y Manzanares en la pantalla gigante. Mientras algunos se dedicaron a silbar a un músico al que habían pagado por ver, yo vi un derroche de energía brutal en un concierto muy grande con un repertorio lleno de clásicos, brinqué con Maradona y Sin Documentos, me abracé a mis amigos para corear Estadio Azteca, me emocioné una vez más con Paloma, la mejor canción escrita en nuestra lengua, y también con el apoteósico final con Los Chicos, en que en el vídeo aparecieron imágenes de recuerdo, entre otros, a Paco de Lucía, Enrique Morente, Antonio Vega y Enrique Urquijo. Me gusta Pamplona, la calle Estafeta y los pinchos de Okapi, con mis amigos de allí y los de aquí. Me gusta el rock y me gusta Calamaro; me gustan el "vivir dos veces" y el "algo que tener que no muchos tenemos". Y me gustan los versos de José Hernández en Martín Fierro que el Salmón dice al final de Estadio Azteca:
Gracias le doy a la Virgen,
gracias le doy al Señor,
porque entre tanto rigor
y habiendo perdido tanto
no perdí mi amor al canto
ni mi voz como cantor.
PD: Si no me equivoco, con este post hacemos 50. Gracias, de verdad, a los que estáis ahí. Salud y rock and roll.
____________________________________
Siempre seguí la misma dirección,
la difícil, la que usa el salmón.
Siento llegar el vacío total,
de tu mano me voy a soltar.
Dame dame dame un poco de tu amor,
yo a cambio te ofrezco una montaña de horror.
Dame dame dame un poco de tu amor,
gimme, gimme, gimme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario