La noche del 17 al 18 de junio de 2012 será eternamente
recordada por casi 60.000 personas que abarrotaron el estadio de Don Santiago
Bernabéu, porque ante todas ellas se fraguó un espectáculo de dimensiones
estratosféricas que sorprendió a todos, más aun si cabe cuando el protagonista era el
rey de los espectáculos de dimensiones estratosféricas. Bruce Springsteen
regaló a Madrid el concierto más largo de su carrera, con 3 horas y 48 minutos
de rock y un sinfín de emociones. Probablemente haya dado conciertos
técnicamente mejores o más especiales en su dilatada trayectoria de 44 años,
sobre todo con su escudero Clarence Clemons, pero el del domingo ha de ser
tratado con reverencia dentro del Olimpo de los shows del de Nueva Jersey. Si
un concierto de la gira de The River es un soneto de Garcilaso, el concierto
del Bernabéu es la Ilíada. Bruce, con 63 años, desplegó una energía que ya la
quisieran los Arctic Monkeys, que tienen 40 años menos. Durante la sideral
carrera de casi 4 horas hubo espacio para el rock, por supuesto, y también para
las reminiscencias del soul y el gospel que inspiran toda la música americana,
con un momento cumbre en My City of Ruins, que Springsteen inició con un
recuerdo a los ausentes Clemons y Federici: “If
you’re here and we’re here, then they’re here”.
Tras un brutal comienzo con Badlands, Springsteen sacó su
vena comprometida y encadenó una serie de “canciones sociales” con predominio
del último disco. Tras No Surrender y We take care of our own, con aires de
predicador, cogió el micro y, casi en trance y con circunstancia épica,
sermoneó a los presentes con su filosofía de barrio. Bruce Springsteen adquirió
en su discurso una trascendencia vaticana cuando, en español y con el acento
quebrado, declamó las breves pero rotundas frases escritas fonéticamente en
unas sencillas octavillas pegadas al suelo, entre el set list y la pedalera de
su Telecaster. “¡Sé que aquí los tiempos son peores, pero nuestro corazón está
con vosotros! Queremos dedicar está canción a todos los que están luchando en
España”. Y como el Santo Padre de Roma nos dio su bendición, en forma de tema
que amenaza con convertirse en clásico, Wrecking Ball, durante la cual se vivió
otro de los momentos álgidos de la velada, ese interludio en que se repite
recurrentemente “Hard times come, and hard times go… just to come again”. Era
la cuarta canción y Springsteen ya se había ratificado como capitán de nuestras
almas, dueño de nuestros destinos y supremo pontífice de nuestras emociones.
Los temas se fueron sucediendo, uno tras otro, con la
contundencia de una banda que lleva décadas tocando y que, con sus nuevos
fichajes (vientos y coros) suena más como siempre que nunca. Mención especial
merece Jake, el sobrino de Clarence Clemons, que sin el carisma de su tío
probablemente le supera en lo musical (perdón por la blasfemia). Enormes Nils Lofgren (sobre todo en el
espectacular solo de Youngstown) y Silvio Dante - Little Stevie - Van Zandt,
nuevo número dos consolidado de la E Street Band. A un servidor, de todas las
canciones que fueron sonando hasta acercarnos a las postrimerías del espectáculo
le llegaron especialmente Because the Night (con un enorme solo de Stevie), The
River, una supercañera My Love will not let you down y The Rising. Todo ello
antes del epicentro sentimental del concierto, el momento cumbre que se vivió
con Thunder Road. Si la entrada estaba amortizada desde el minuto 4, fue en ese
momento (a falta de una hora para el final) cuando me di cuenta de que ya me
podía morir tranquilo. Con el despliegue emocional de Thunder Road (y hablo
desde una perspectiva totalmente subjetiva) se dejó el concierto en el punto de
cocción perfecto para rematarlo y firmar definitivamente la obra maestra. Y fue
exactamente así.
Los bises, que empezaron con la delicada Rocky Ground,
fueron un continuo de puro rock n’ roll: Born in the USA, ese himno alternativo
de los Estados Unidos que el Bernabéu coreó con brutal energía; una gigantesca Born
to run, que por seguir coreando hasta se cantaron los acordes del riff de
guitarra del tema; una sublime Hungry Heart, en que el éxtasis llevó a
Springsteen a sacar a bailar a un operario con chaleco fluorescente y casco de
obra; Seven Nights to Rock, en la que Bruce demostró su habilidad tocando el
piano con la cabeza, con notable precisión y cadencia rítmica. Tras este
simpático rocanrol el Jefe teatralizó una fatiga tremenda (que todos sabíamos
fingida) dejándose caer durante varios minutos a las tablas del escenario,
hasta que un redentor Steve Van Zandt rescató a Bruce con una balsámica y
refrescante descarga de agua desde una esponja, y como una Verónica enjugó el
rostro sudoroso del pontífice. Todavía faltaba Dancing in the dark, en que una
rubia de buen ver vio cumplido el deseo de su pancarta, que rezaba Can I dance
with Nils?, muy al estilo del vídeo de la misma canción, en que una jovencísima
Courtney Cox sube a marcarse un baile con Springsteen. Acto seguido Tenth Avenue Freeze Out, en la
que la banda se detuvo en seco tras cantar Bruce “and the Big Man joined the
band”, para rendir un último homenaje al sempiterno saxofonista de la E Street,
que como ya había pasado la medianoche hacía exactamente un año de su muerte. Cuando
parecía que el concierto estaba finiquitado, con las luces encendidas y todo,
Bruce lanzó un último ataque que le catapultaría al record de su concierto más
largo, con el ya típico Twist and Shout, cantado a coro por Madrid, ciudad que
tras la noche del domingo se encuentra en un rincón privilegiado del imaginario
springsteeniano, junto a Asbury Park, Barcelona y, cómo no, Nueva York. Después
de tan tremendo espectáculo, de tal dosis de energía, después de la alegría de
saberse partícipe de un acontecimiento irrepetible, como madrileño uno solo
puede sentir orgullo, y como fan de Bruce Springsteen, emoción.
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When the change was made uptown and the Big Man joined the band
From the coastline to the city all the little pretties raise their hands
I'm gonna sit back right easy and laugh
When Scooter and the Big Man bust this city in half
With a Tenth Avenue freeze out
Edu, no conocía tu blog. Por lo que he visto, está muy chulo... ¡¡y qué envidia lo del concierto!! Lo veré despacio...
ResponderEliminarA propósito, desde hoy existe una asociación taurina de Los Olmos (mañana va al registro); ya te contaré...
Un saludo,
José María
Muchas gracias por el comentario José María, y cuenta conmigo para esa asociación, suena muy bien.
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